Friday, 03 de May de 2024


+ Echeverría, JLP y embajada de EU + La CIA como factor desestabilizador




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Los datos de los cables de la embajada de los Estados Unidos en México, filtrados esta semana por Wikileaks, revelan el papel de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en asuntos políticos mexicanos a mediados de los setenta y de paso confirman el mecanismo de toma de decisiones en la Casa Blanca en función de chismes de café.

El papel de la CIA en México ha sido uno de los temas más candentes y atractivos de la vida política mexicana. La presencia de la agencia de espionaje va de operativos contra la izquierda en los sesenta, hasta las presiones en los ochenta para cesar al director de la Federal de Seguridad José Antonio Zorrilla Pérez en 1985 porque había abierto el espionaje mexicano al KGB soviético y a la Stasi alemana, pasando por los hilos de Watergate y el dinero negro que se lavó en el Banco Internacional en México y el papel de E. Howard Hunt --el creador del grupo que saltó Watergate-- como jefe de la estación en 1963 en México para operar acciones contra la izquierda y manejar el golpe contra el guatemalteco Jacobo Arbenz.

 

 

En la misma línea, el periodista Bob Woodward reveló, en su libro Velo. Las guerras secretas de la CIA, el incidente mexicano durante el gobierno de Reagan y la gestión de William Casey como director de la CIA, operado por el director de asuntos latinoamericanos del Consejo de Seguridad Nacional, Constantine Menges: la estrategia de pedirle a la CIA en 1984 un reporte que predijera que México era el próximo Irán y que la Casa Blanca debía de intervenir más en México.

 

 

El reporte original fue hecho por el analista John Horton, que había sido jefe dela estación de la CIA a comienzos de los setenta, pero su conclusión irritó a Casey porque afirmaba que en México no existía colapso político; además de negarse a rehacer su reporte, Horton renunció a la CIA y publicó un artículo en el The Washington Post para denunciar que la CIA fabricaba reportes con chismes de café. Casey, por cierto, fue el operador de la venta secreta de armas a Irán para financiar a la contra nicaragüense que combatía al gobierno sandinista de Nicaragua.

 

 

Los cables de Wikileaks deben abrir una revisión de los mecanismos de recopilación de información en México para la realización en Washington de reportes de inteligencia para la toma de decisiones de la Casa Blanca. Las relaciones amistosas de México con la CIA tuvieron dos momentos significativos: la boda de Winston Scott, jefe de la estación de la CIA, a finales del gobierno de López Mateos, teniendo como padrinos al entonces presidente de México y su secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, como lo confirman las fotos publicadas en el libro Our man in México, una biografía de Scott.

 

 

El otro momento fue revelado por Philip Agee en su libro Dentro de la Compañía: una vez que supo que Díaz Ordaz había decidido designarlo su sucesor en la presidencia, el entonces secretario de Gobernación, contacto de la CIA en México y según Agee con la calve Litempo 14, Luis Echeverría, le informó en secreto a la agencia de espionaje que él sería el candidato presidencial del PRI. En 1973, en el contexto de la guerra de los EU contra Chile y la amistad de Echeverría con Salvador Allende, la CIA cambió a su jefe de estación en México y llegó John Horton, un profesional de la inteligencia.

 

 

Los cables de Wikileaks dan una imagen de esos años difíciles, de 1973 a 1978: los embajadores carecían de fuentes reales de información y se basaban en pláticas con funcionarios, empresarios y periodistas mexicanos. Tan fue así, que la embajada y la CIA se sorprendieron cuando Echeverría designó candidato presidencial a López Portillo, entonces secretario de Hacienda y ajeno a las relaciones de inteligencia con los EU. Por eso Agee anotó en su diario que había la posibilidad de que Echeverría hubiera roto relaciones con la CIA.

 

 

Los temores estadunidenses, reflejados en los cables difundidos por Wikileaks, radicaban en el hecho de que Echeverría tenía mucha información sobre las operaciones de la CIA. El golpe de Estado contra Allende en Chile, operado por la CIA y con la supervisión directa del entonces consejero de seguridad nacional y simultáneamente secretario de Estaco de Nixon, llevó a Echeverría a apoyar a los chilenos y romper relaciones con los golpistas, lo que irritó a Washington. A partir de entonces, los EU --y obviamente la comunidad de inteligencia, seguridad nacional y geopolítica militar-- vio a Echeverría y a México como un adversario. Si se revisan algunas de las columnas de entonces se apreciará que los rumores de golpe de Estado en México venían justamente de la embajada de los EU en México.

 

 

En su libro La CIA en México, el columnista Manuel Buendía reveló que el entonces embajador estadunidense Joseph John Jova, que firma los cables revelados por Wikileaks, era uno de los responsables de la estación de la CIA en México y uno de los promotores del rumor del golpe,. Ahí Buendía recuerda la vez que Jova arengó a empresarios mexicanos para que se pusieran “en pie de lucha contra nacionalismos que amenazan la libre empresa”, una franca intervención en asuntos políticos.

 

 

En su columna del 21 de enero de 1977, Buendía recuerda: “si usted cree que esta fue la clarinada (la arenga de Jova a empresarios) que dio marcha a una vastísima operación desestabilizadora que culminó en el otoño con invocaciones al golpe de Estado, tal vez acierte”. La información de Buendía debe cruzarse con los cables a Washington de Jova revelados con Wikileaks para exhibir el doble juego de la embajada: asuzar a mexicanos contra el gobierno y de paso crear el golpista y luego informar a la Casa Blanca que el presidente quería perpetuarse en el poder.

 

 

Lo malo de las revelaciones de Wikileaks ha sido que se tomen como políticas formales de los EU y no como una recopilación de chismes de café --al estilo de Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene-- y de paso como parte de operativos desestabilizadores de inteligencia. La prensa mexicana de investigación le debe al país una indagatoria de fondo sobre las tareas de la CIA en México.

 

 

Las pistas de los cables de Wikileaks aportan algunos datos de la operación del espionaje político en México en operaciones de desestabilización.

 

 

 

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